Ha sido duro. Mi hermano y yo estamos viviendo del día a día desde el año pasado. Por fortuna, nos podemos ayudar entre ambos”, confiesa Julio López, un barranquillero que labora como independiente en su propio taller de litografía cerca del centro de la ciudad. Las ventas, según dice, no han sido las mismas desde hace un año por efectos de la pandemia y aunque sus esperanzas por un futuro mejor se mantengan sólidas, los picos imprevisibles de la pandemia le traen pésimos recuerdos de cuarentenas eternas que juró olvidar. |